mayo 12, 2008

YO PECADOR

Yo confieso ante dios,
ya no tan poderoso,
ante ustedes hermanos,
(de sangre o de especie)
que he pecado completamente
de pensamiento, palabra, obra y omisión,
por mi culpa, por su culpa
por la maldita culpa
que te implantan desde que naces
como absurda tradición,
por eso ruégote a ti Dios directamente
que me escuches sin intermediarios,
porque de acuerdo con tus leyes
no existe mayor pecado
que el que estoy por revelarte,
tan grave ha sido la falta
que no espero tu misericordia
ni mucho menos tu perdón,
ló único que solicito
es por un momento tu atención.

Sin más enredo, lo confieso:
he dejado de creerte,
y por consecuencia de amarte
por sobre todas las cosas,
pues he dejado de creer en tu palabra,
en tu templo y en tu esencia
y en las tres personas
en que supuestamente te divides.

Me cuesta mucho trabajo decírlo
después de todo este tiempo
que antepuse tu presencia
como lo más valioso y trascendente
de toda mi existencia;
después de todas las vivencias
que consagré bajo tu nombre,
y más aún,
después del juramento
que guardé en mi infancia
de creer en ti por siempre,
sin importar las consecuencias.

Pero ¿por qué me dirijo
a un ser en el que ya no creo?
¿por qué te invoco justo ahora,
cuando a olvidarte comienzo?
Aún no logro comprenderlo,
pero mi alma estaba inquieta
y mi espíritu intranquilo
por marcar con decisión
el final de lo que fuera
en un inicio su sustento.

No podía yo olvidarte
sin antes despedirme
y explicarte mis razones
sin que fueran un pretexto,
mejor aún, te lo confieso
bajo tus condiciones,
como una muestra del respeto
que todavía me mereces.

Fui orillado a tu culto,
me fue implantado tu engaño
te hicieron dueño de mi mundo
sin antes preguntármelo,

Tu dogma, Señor,
me enfermó de fe,
cuando más vulnerable me encontraba,
llenó de triviales
e inocentes esperanzas
mis tempranas experiencias.

Acepté tu ley divina
como justa y verdadera,
sin dudar de sus bondades
ni de la seducción de sus promesas,
pero los hábitos se cansan
y se vuelven exigencias
que estorban a las costumbres
de los hombres de la tierra.

Al quebrantar tu mandato,
repentinamente la culpa
se aminoraba a cuentagotas,
pero latente continuaba
tu inminente,
pero fugaz presencia.

Mi aprendizaje y experiencias aumentaban
y con ellas, las dudas, decepciones
y contradicciones de tu dogma.

No podías ser el único,
y tu fe la correcta,
sólo por ser de mayoría.
porque ¿en dónde quedarían
los errores del pasado?
¿No sería un error terrible
el continuar la misma farsa?
¿De qué lado dejarías
las razones de la gente más lejana
que jamás escuchó tu nombre?
No, señor,
no podrías ser verdadero
o al menos no, completamente.

De cualquier forma te impusiste,
sin que yo me percatara
del yugo al que me ataste
de manera involuntaria,
con cadenas no irrompibles,
pero sí imposibles de borrarlas.

Comencé a modificar
el dogma que rendía,
pues sólo en ti creía,
pero ya no más en tu Iglesia,
ni en las leyes más absurdas
de tu supuesta procedencia.
Eras de mi alma el sustento,
el máximo aliento
de la poca fe que me sobraba,
el origen de mis esperanzas,
y la dirección de mis esfuerzos.

Juraba a ciegas
que tu gloriosa existencia
habrías de demostrarla
con la enorme fortuna
que siempre me acompaña.
Pero no, jamás será posible
en un mundo en que los cultos someten,
en vez de impulsar
a la razón humana.

Al final mi escepticismo
fulminó con el tiro de gracia
a la fe que se moría;
ya nunca más te buscaría
ni esperaría tus señales,
no escucharía tus mandatos
ni temería a tus represalias.

Y aunque actué con desencanto,
por el desengaño de mi vida,
no tardé en percatarme
de que mi fe en ti, Señor
no fue del todo negativa,
pues se aprende más cuando se falla
que cuando se atina,
y mira que esta falla
ha sido la más efectiva.

Pues te absorbí conocimiento
y aprendí de tu enseñanza,
de tu presencia pasajera.
Te estuve enormemente agradecido,
y ahora te agradezco más,
te agradezco los valores
que impregnaste ya en mis venas,
las parábolas e historias
que tanto nutrieron mi fantasía,
te agradezco el misticismo
desprendido en todas tus secuelas,
y en las obras más hermosas
creadas bajo tu influencia.

Por eso es tan duro este olvido,
pues escucho mencionarte a cada día,
y me es imposible
negarte por completo,
así que por el momento
sólo mi creencia es la que anulo,
porque veo que aunque no existas
con los muchos que te crean
te dan algo más que la vida.

Por mí no te preocupes,
la fortuna no me abandona
es ahora en la que creo
aunque no del todo,
pero es la única a la que le agradezco,
y le imploro
y hasta a veces le temo,
pues es la misma
que me llevó a conocerte
y que me lleva hoy a despedirme
y a decirte gracias, Señor
y adiós
para siempre.

1 comentario:

J. Luzam dijo...

El mejor poema que he escuchado en toda mi vida. Se ha convertido en mi dogma de fe. Es el Yo Pecador Remasterizado que toda la humanidad debería rezar, y verían que nos iría mejor a todos.